Los muebles de oficina pueden ayudar a mejorar los ambientes de trabajo, pero no son la clave para hacerlo. Son una pieza más dentro de un gran número de factores que nos ayudarán a crear un nuevo clima de confianza.
En general, estamos acostumbrado a valorar a los trabajadores mediante índices de rentabilidad. Perfectamente razonable, sobre todo cuando tenemos delante una cuenta de resultados. Sin embargo, provocamos un daño colateral que puede intoxicar equipos de trabajo enteros, cuyos síntomas son claramente identificables.
Podemos percibirlo cuando se respira un ambiente de monotonía en la oficina. Cuando los equipos de trabajo parece que no tengan opinión, se sienten coartados, presionados o sin motivación. Cuando la gente deja de sentirse persona por ser valorado con índices numéricos, y entonces llega el miedo a equivocarse. Miedo a equivocarnos porque no se valora el riesgo, la iniciativa, el entusiasmo, el caer y levantarse, sino la seguridad. Miedo, porque de esta manera algún día llegarán los robots y nos sustituirán a todos.
Existe algo más que la rentabilidad cuando hablamos de trabajo. Cuando contratamos un nuevo trabajador, estamos integrando a una persona en un equipo. Sería ridículo esperar solamente un nivel técnico aceptable y olvidar el hecho de que tiene un potencial mucho mayor. La creatividad ha sido en su historia, y lo es ahora, el mayor motor para el desarrollo humano. Sigue siendo una de las únicas cosas que no podrá sustituir la inteligencia artificial dentro de pocas décadas. Las máquinas aún no entienden de improvisación y de instinto. El problema surge cuando el propio equipo limita su creatividad por el miedo al error, y suprime estas cualidades que nos hacen únicos.
Si queremos resolverlo, lo mejor siempre será buscar el origen del problema. ¿Son unos valores que se transmiten entre empleados, a medida que llegan a la empresa? ¿No se escucha a los equipos de trabajo desde la dirección? ¿Son los trabajadores los que entran con miedo? En todo caso, es desde arriba de donde tiene que tomarse la decisión de resolverlo.
Entender el error de los trabajadores. El error tomando decisiones. La diversión haciendo experimentos. Las ganas de hacer cosas, por muy absurdas que parezcan. Entenderlo como un indicio de que lo están haciendo bien. Despenalizar el error es la clave para desarrollar la creatividad en la oficina. Un breve inciso: la creatividad no está reñida a ningún empleo, por muy mecánico que este parezca. Hasta un operario en una cadena de producción puede tener una idea que al resto se le ha escapado. Y si hablamos en términos económicos, es muy rentable tener la puerta abierta a la escucha de propuestas que pueden hacer mejorar tu negocio.
Incentivar el experimento. Respetar las opiniones de los demás. Escuchar las ideas, y premiarlas aunque fracasen. Aprender a reírnos de nosotros mismos. Aprender que no nos mueva la presión, sino las ganas. Y por último, después de todo esto, crear espacios de trabajo dedicados a dar rienda suelta a nuestra imaginación.