Hacerse freelance se parece a comprar cortinas con motivos tropicales: Está de moda. Y no es de extrañar, teniendo en cuenta que nos encontramos en la era donde las barreras geográficas ya casi no existen. Si tu trabajo se realiza enteramente por ordenador y no necesitas estar en continuo contacto con tu equipo, hacerte freelance es una opción realmente interesante. Hoy en día puedes elegir entre perder una hora de tu tiempo todos los días en ir y volver a la oficina o trabajar desde casa. En bata, batín o albornoz. Y con un colacao calentito todas las mañanas. O las tardes. A tu ritmo.
Ser freelance podría ser un sueño hecho realidad, si no tuviéramos que combatir contra un enemigo inevitable: nosotros mismos. Ortega y Gasset decía “yo soy yo y mis circunstancias” y no le faltaba razón. Somos animales de costumbres a los que les influye el ambiente, el entorno y los valores compartidos. Siempre es más fácil empezar a trabajar a las 8 am, cuando todo el mundo lo está haciendo. En cambio, si no existe una hora fija de entrada, una mesa y una silla de oficina, un espacio dedicado al trabajo, una rutina, unos valores… lo habitual (que no siempre) es que no seamos productivos.
Sin embargo, otra característica muy humana es la de encontrar soluciones a los problemas que nos encontramos en la vida. Si no, jamás hubiésemos llegado a inventar las palomitas de microondas, por ejemplo. En Oficines nos vamos a tomar la libertad de darte unos consejos valiosos si, por casualidad o de tu propia voluntad, vas a empezar a trabajar en casa.
El arte de adiestrarte
Ser freelance no significa no tener horarios, sino que puedes crear los tuyos propios. Dependerá de cuándo te sientas más productivo. Quizás tu horario ideal sea el clásico de oficina, de 9 a 6. Sin embargo, puede que prefieras comenzar un poco antes porque tu máxima productividad se encuentra en las mañanas. A lo mejor es al revés, y quieres disfrutar las mañanas y trabajar tarde o noche. Sin embargo, lo más importante es que establezcas un horario concreto, una pequeña rutina que cumplir.
Tu propio rincón
Tu espacio, tus reglas. Acostúmbrate a utilizar un lugar concreto donde trabajar. Pensarás que lo decimos por establecer cierto orden en el caos, y estarás en lo cierto. La libertad de trabajar cuándo y dónde quieras puede resultar un arma de doble filo. No todos los días vamos a sentirnos igual de libres, descansados, o motivados. Las costumbres hacen que continuar resulte un poco más fácil.
Aprender a separar
Nos resulta más fácil olvidarnos del trabajo cuando salimos del espacio físico en el que lo desarrollamos. Por eso, un freelance puede tenerlo un poco más complicado. Deberás agarrarte a tu horario, tal y como lo harías en la oficina. Además, puedes añadir rutinas que te hagan cambiar el chip, como salir a la calle y dar una vuelta siempre que termines de trabajar.
Procrastinación, ese terrible enemigo
Todos conocemos el poder de atracción de una nevera cuando tenemos cosas que no nos apetece hacer. De pronto descubres que tenías un montón de tareas pendientes, como poner otra lavadora, cepillar al gato y bañar al perro. Todo se vuelve más interesante. Y además está internet, ese amigo y enemigo a la par. Las redes sociales, los videos chorra y el acceso ilimitado a todo tipo de contenidos también es un arma de doble filo. Deberás aprender a no procrastinar, y uno de los trucos es tan sencillo como el siguiente: Timings. Agenda un número limitado de horas para cada pequeña tarea, y oblígate a cumplirlo. De esta forma marcarás automáticamente el ritmo de trabajo.